lunes, 11 de noviembre de 2019

Pelea de chiflidos.

Cuando yo tenía 14 años de edad, tenía un compañero de banco llamado Marcelo. Estábamos en plena adolescencia y explorando nuestros cuerpos. Una de las cosas que ya me llamaban la atención para entonces, eran las axilas peludas y sobre todo, las cosquillas. De alguna manera, en ese tiempo eran muy común esos juegos.

Cierta vez, mientras yo escribía, Marcelo deslizó un lapiz por debajo de mi remera de mangas cortas y me hizo cosquillas. Me tomó por sorpresa, así que salté. Desde entonces, el juego de cada clase era hacernos cosquillas. Le decíamos "chiflidos", de tal manera que si alguno se descuidaba, recibía un toque.

Cierto día, en una casa, tuvimos que hacer un trabajo práctico y con el asunto de los chiflidos, era imposible siquiera comenzarlo. Se había iniciado una rueda de chiflidos imposible de detener, así que en cierto momento decidimos definir el título mediante una pelea de chiflidos. O sea, una pelea de cosquillas.

Nos sacamos la remera, cosa que a esa edad uno hace sin mayor problema. Y ahí comenzó todo. Marcelo se avalanzó contra mi y entre forcejeos, logré hacerle cosquillas en sus costillas y en sus axilas. Él también hizo lo propio, pero logré resistirme. cada vez que Marcelo intentaba sujetarme, las expuestas y peludas axilas de Marcelo resultaban un imán para mis dedos. Finalmente, decidimos terminar el juego en un buen empate. El trabajo práctico de la escuela nos esperaba. Nunca más volvimos a jugar a los chiflidos de tal manera.

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